MARÍA VILLAVERDE: ¿Por qué Comunicación Audiovisual?
NATXO LÓPEZ: En realidad mi primera elección fue Ingeniería de Telecomunicaciones, carrera muy demandada en aquella época. Por suerte a los tres meses decidí dejarla, no tanto porque fuera difícil –que lo era, y mucho- sino porque comprendí que no me motivaba lo suficiente como para afrontarla con éxito. Decidí esperar un año y estudiar Comunicación Audiovisual. Lo que me atraía realmente era el cine y estaba convencido de que era mejor arriesgarse afrontando una carrera con salidas profesionales menos claras, pero para la que iba a tener una motivación mucho más fuerte.
M.V. Eligió la Universidad de Navarra.
N.L. Básicamente porque soy navarro, y suponía tener clases a diez minutos de mi casa, todo un lujo. También podría haber optado por estudiar en otra ciudad, pero el esfuerzo económico habría sido el mismo. Esto, sumado a la buena fama que tenía la Facultad de Información de la Universidad de Navarra hizo fácil la elección.
M.V. ¿Cómo la definiría en una frase?
N.L. Una institución que te ofrece la oportunidad de estimular tus ganas de aprender y mejorar.
M.V. ¿Piensa que lo que estudió en la universidad era lo más adecuado para desarrollar su profesión?
N.L. Creo que no era la única opción, pero sí la más adecuada en ese momento, teniendo en cuenta que ya intuía cuáles eran mis aspiraciones profesionales (relacionadas con el mundo audiovisual), pero aún no estaba seguro de hacia dónde dirigirlas. No tenía claro si quería ser guionista, director, trabajar en radio, como publicista… La carrera me ayudó a elegir, probarme y descartar opciones.
M.V. ¿El primer recuerdo que le viene a la memoria de sus años de carrera?
N.L. Tengo un recuerdo muy claro de haberme conectado por primera vez a Internet en el nuevo edificio de Ciencias de la Información. Abrirme una cuenta de correo (de la facultad), entrar en una página, hacer mi primera búsqueda… Todavía no sabíamos muy bien en qué consistía eso de la World Wide Web y en qué se iba a convertir, pero desde luego intuíamos que iba a formar parte de nuestras vidas.
M.V. ¿Y algún momento “tierra trágame”?
N.L. No recuerdo muchos, la verdad. Durante el rodaje del corto del último año utilizamos una máquina de humo para simular una cámara de gas. El humo activó las alarmas anti incendios y nos cayó una bronca del bedel. Pero no pasó de ser una anécdota.
M.V. ¿De qué se sintió orgulloso como estudiante?
N.L. Me sentí orgulloso de dirigir un cortometraje en el que un grupo de compañeros echaron el resto y lograron que entre todos obtuviéramos un resultado muy notable. Y además lo hicimos con buen rollo, divirtiéndonos y colaborando en equipo.
M.V. ¿Cambiaría algo de aquellos años?
N.L. Quizá me hubiera gustado tener más relación con determinados estudiantes que no eran de mi “entorno”. Al ser de Pamplona y tener ya mis amistades y mi vida organizada (compaginé la universidad con un trabajo de acomodador en los cines Golem), quizá me perdí parte de esa experiencia de encontrarte a un montón de gente nueva llegada de todos los rincones de España.
M.V. ¿Un consejo de “padre” a un alumno de comunicación, actual o futuro?
N.L. Pon corazón y ganas en todo lo que haces, pero utiliza la cabeza cuando lo estás haciendo. Sé autocrítico y no esperes saberlo todo inmediatamente, es un proceso largo, date tiempo y disfruta del camino paso a paso. ¿He sido suficientemente paternalista?
M.V. ¿Qué considera importante para que los alumnos afronten los estudios?
N.L. Quizá es importante hablar del fracaso, que está muy depreciado en nuestro entorno, algo que no sucede en otras culturas como la oriental, por ejemplo. El fracaso es necesario para aprender y desarrollarse como profesional (y como persona). La mejor forma de aprender es probar y errar. La teoría es imprescindible, pero sólo poniéndola en práctica uno se hace consciente de su importancia y sus debilidades. Hay que mancharse la manos y enfrentarse a tareas que nos supongan un reto profesional. Si se fracasa, se habrá aprendido algo nuevo, seguramente mucho más valioso que las enseñanzas que obtengamos de los éxitos (que tienden a hacernos creer que somos infalibles e inteligentísimos, y hacen que bajemos nuestras defensas y nuestras ganas de aprender). Por eso no hay que tener miedo a arriesgarse y a equivocarse.