A esta supuesta contradicción, hay que tener en cuenta la gran demanda de información que ha confluido con las nuevas tecnologías. En palabras de Marc Andreessen, “el negocio de los medios de comunicación se va a multiplicar por diez en la próxima década”1. En consecuencia, surge el efecto llamada de los grandes lobbying que no hacen sino agravar el problema acuñando el principio del “todo vale”, constatando el retroceso cultural que estamos sufriendo. Nosotros, los medios, nos mimetizamos con nuestra propia audiencia, a su imagen y semejanza, fruto de lo que somos susceptibles de producir. La pregunta obligada de nuestro planteamiento profesional surge inequívocamente: ¿somos un producto de nuestros propios medios? Quizá la respuesta la debamos encontrar en la opinión de S. MCCOY: “si la vieja escuela del periodismo no quiere convertirse en irrelevante, no tiene que hacer contenido viral, sino viralizar el contenido”2.
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