AQUELLA CASITA AMARILLA

Lloró en tempestad,
también en calma.
 
Olvidada, lloró a la Ausencia
su muerte
y la distancia.
 
A veces con compañía,
y siempre con Soledad.
 
Lloró adioses
y a Dioses.
Al miedo,
sus nervios
y la Promesa.
 
Aquella casita amarilla
lloró tanto y tan diverso,
tanto y por nada…
 
Que, consumida y con su vida,
lloró lento y también deprisa.
Lloró poemas
y, por llorar,
lloró hasta sonrisas.

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